El tiranicidio que liquidó a “tachito” Somoza

Acribillado y víctima mortal a causa de la granada de un bazuca. El 17 de septiembre de 1980 un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino liquidó en Asunción (Paraguay) al exdictador nicaragüense Anastasio “tachito” Somoza Debayle. En 1979 había triunfado en el país centroamericano la revolución sandinista, y Somoza buscaba territorio al que exiliarse. El presidente estadounidense Jimmy Carter le negó el asilo. Somoza se trasladó desde las Islas Bahamas a Guatemala, donde el 17 de agosto de 1979 le recogió un avión de las Líneas Aéreas Paraguayas. El dictador que entonces gobernaba Paraguay, el general Alfredo Stroessner, le daría cobijo. Un año después, a las 9,55 horas en la avenida Generalísimo Franco de Asunción, el comando guerrillero finiquitaría al tirano, su asesor financiero y el chófer que conducía un vehículo de alta gama. Resultó decisivo en el magnicidio el disparo de un lanzacohetes soviético RPG-2, que hizo trizas el automóvil y a sus ocupantes.

El libro “Somoza en Paraguay. Vida y muerte de un dictador” de la periodista Mónica Zub Centeno (Managua, 1986) reconstruye los hechos en un libro de 295 páginas, publicado por la editorial nicaragüense Hispamer en 2016. La periodista presentó el libro el 24 de abril en Valencia; antes lo hizo en Managua, la Universidad de Buenos Aires, la ciudad argentina de Posadas y en tres ocasiones en Encarnación (Paraguay). ¿Existía una relación previa entre los dos dictadores, Somoza y Stroessner? La autora de la investigación lo niega: “Sólo una visita del general paraguayo a la casa alquilada a Somoza en Asunción, que según los periodistas duró 45 minutos; después Stroessner se retiró”. Quien mantuvo mayor contacto con el tirano nicaragüense fue el ministro del Interior de Paraguay entre 1966 y 1989, Augusto Montanaro. Durante los trece meses en el exilio paraguayo, Somoza tuvo tiempo para dedicarse a los negocios. Adquirió terrenos en El Chaco con la idea de introducir ganado; en Misiones, para la plantación de arroz; y en el distrito de San Cosme y Damián (Itapúa), donde se pensó que podría cultivar arroz. “Después se supo que de las canteras de la zona se extrajeron las piedras para la construcción de la represa hidroeléctrica de Yacyretá”, acota la investigadora del Centro de Estudios, Documentación y Archivo del Pueblo Paraguayo en Argentina (CEDAPPA) de la Universidad Nacional de Misiones.

Pero Somoza no tuvo tiempo de materializar las inversiones. Se lo impidió el ataque perpetrado por el comando del ERP de siete miembros, encabezado por Enrique Gorriarán Merlo (1941-2006), fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del grupo guerrillero. El día de autos, 17 de septiembre de 1980, murió un miembro del comando, Hugo Alfredo Irurzún, por las torturas de la policía stronista. “Se dice que fue el comandante y entonces ministro del Interior de la Revolución Sandinista, Tomás Borge, quien financió la estadía de los guerrilleros en Paraguay y la ejecución de Somoza”, apunta Mónica Zub en conversación previa a la presentación del libro en Valencia. Cuando los periodistas le preguntaron en Managua a Borge si sabía quién mató a “Tachito” Somoza, el comandante respondió –escuetamente- con el “clásico” de Lope de Vega: “¡Fuenteovejuna…!”. Tras el atentado, afirma Zub Centeno, “el gobierno de Stroessner se vio ‘fragilizado’, al percibirse que cualquier persona podía entrar en el país… La noticia recorrió el mundo”.

El periodista Andrés Colmán escribe actualmente en el periódico “Última Hora” de Asunción y firma el prólogo del libro “Somoza en Paraguay”. En septiembre de 1980 tenía 19 años y llevaba poco más de uno como reportero en el mismo rotativo. Salió a la calle para cubrir la información. Explica que al tiranicidio siguieron “días y noches con oleadas de cacerías de brujas, los famosos ‘operativos rastrillos’”. Efectivos de la policía, el ejército y los pyragues (agentes secretos, infiltrados y “soplones” del stronismo) se adentraban en ciudades, pueblos y barrios, casa por casa. Y “con mucha violencia”, asegura el periodista. Además de los controles por sorpresa de tráfico y en las calles, “cualquiera que resultara sospechoso (nadie sabía de qué) podía ser detenido al instante, sin orden judicial, y ser llevado ‘para averiguaciones’”. Ello suponía en muchos casos torturas en las comisarías o mazmorras, puede que sólo por la posesión de un libro o disco prohibido.

Un episodio familiar de la autora corrobora el periodo de terror descrito. Cuando su madre, la nicaragüense Isolina Centeno se hallaba en Lima y pensaba viajar a Paraguay para casarse, le advirtieron: “Tú estás loca, allí está aún muy candente el tema de Somoza”. Estas palabras se las dijo un amigo, cuando había pasado un año de la acción armada. “Apenas te vean que sos nicaragüense y del Frente Sandinista, te van a hacer presa”.

Para la elaboración del libro, la periodista ha rastreado en los periódicos “Patria”, “Hoy”, “La Tribuna”, “ABC Color” y “Última Hora”. Afirma que en la época había una “censura terrible, y los periodistas reconstruían la historia de acuerdo con las versiones del Ministerio del Interior y la policía”. Si de ese modo operaba la represión stronista, no era muy diferente la actuación de Somoza. Mónica Zub llama la atención sobre cómo la dictadura somocista asesinó al periodista Pedro Joaquín Chamorro, director del periódico “La Prensa”, en enero de 1978. Este diario, el de mayor circulación de Nicaragua, fue objeto de la censura. Denunciaba los robos del régimen, la corrupción y la violencia política. El crimen de Chamorro provocó amotinamientos, llamados a la huelga general y la insurrección popular. Los titulares de “La Prensa” respondieron de este modo en los editoriales: “Mandaron a asesinarlo” y “Su sangre salpica a toda Nicaragua”.

“Somoza en Paraguay. Vida y muerte de un dictador” es un libro de memoria histórica. La autora considera que se trata, en su caso, de una forma de militancia. Destaca en este apartado los trabajos de Andrés Colmán, quien investigó la presencia de dirigentes nazis en Paraguay; el periodista de “Última Hora” es también autor de libros como “EPP. La verdadera historia” (2012), sobre el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo; o “El Marzo Paraguayo” (2012), en torno al asesinato en marzo de 1999 del vicepresidente Luis María Argaña. No menos relevantes son las publicaciones del médico especializado en hematología Alfredo Boccia, coautor de “Es mi informe. Los archivos secretos de la policía de Stroessner”, “Médicos, ética y tortura en el Paraguay” e “Insurgentes. La resistencia armada a la dictadura de Stroessner”, entre otros textos. El escritor Eduardo Galeano se refería en “Memorias del Fuego III. El siglo del viento” a los vínculos entre Somoza y el dictador paraguayo. Respecto a éste afirmaba: “Stroessner se cree invulnerable porque no ama a nadie. El Estado es él: Cada día, a las seis en punto de la tarde, llama al presidente del Banco Central y le pregunta: ¿Cuánto hicimos hoy?”.

El militar Alfredo Stroessner Matiauda rigió los destinos de Paraguay durante 35 años, entre 1954 y 1989. El sociólogo Roberto Zub destaca su función en el tablero geopolítico: “Resultó ser la pieza más conveniente para el Partido Colorado y principalmente para Washington”. En otros términos, un bastión contra el comunismo, al igual que Anastasio Somoza. Los dos se movían por el criterio de la “Triple P: Plata para los amigos, Palo para los indiferentes y Plomo para los enemigos”. La Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay puso cifras a este principio genérico: 19.862 personas detenidas de modo arbitrario o ilegal; 18.772 torturados, 59 ejecutados extrajudicialmente, 336 desaparecidos y 3.470 exiliados directos. Los sectores campesinos fueron particularmente reprimidos, hasta el punto que hubo comunidades prácticamente arrasadas, como la de San Isidro de Jejuí en febrero de 1975. Miembros del Partido Liberal o del Partido Colorado fueron asimismo perseguidos.

No menos cruento fue el currículo de la dinastía Somoza, que ejerció un poder tiránico en Nicaragua desde 1934. Anastasio “Tachito” Somoza lo hizo en dos periodos, entre 1967 y 1972; y desde 1974 hasta 1979. Partió al exilio este año tras el saqueo del Banco Central de Nicaragua, lastrando el país con una deuda de 1.600 millones de dólares, elevadas tasas de analfabetismo y una sanidad pública con carencias muy serias. Mónica Zub se remite al balance de Claribel Alegría y Darwin J. Flakoll en el libro “Somoza: expediente cerrado. La historia de un ajusticiamiento”. El dictador dejó su huella: 50.000 muertos (el 80% civiles, que perecieron por las bombas de sus aviones de guerra), cerca de 100.000 heridos y 40.000 huérfanos. Se calcula que 150.000 nicaragüenses tuvieron que buscar refugio en Honduras y Costa Rica.

El saldo histórico de los dos regímenes no es mera arqueología. Mónica Zub constata que todavía en Paraguay se reivindica la figura de Stroessner. “Dicen que trajo la prosperidad y es lo mejor que le pudo pasar al país”. Por ejemplo el actual presidente Horacio Cartes, que el tres de noviembre de 2015 (aniversario del nacimiento del dictador) calificó el día como “fecha feliz”. En el mismo acto oficial en Ciudad del Este, recordó: “El mejor amigo de un colorado es otro colorado”. Al día siguiente, la Agencia Efe informó del repudio a estas palabras por parte de la Mesa de la Memoria Histórica, que asocia a las víctimas de la dictadura. 

Un libro sobre los días de Somoza en Paraguay

¿Qué pasó con Anastasio Somoza Debayle durante los 13 meses que pasó exiliado en Paraguay, desde el 17 de agosto de 1979 hasta su muerte el 17 de septiembre de 1980? Esa pregunta la responde Mónica Zub Centeno en su libro titulado Somoza en Paraguay, vida y muerte de un dictador, que ya fue publicado en ese país sudamericano y que en octubre próximo estará a la venta en Nicaragua.

Mónica Zub Centeno vendrá en octubre próximo a Nicaragua para presentar su libro Somoza en Paraguay.
Ella quería venir al país en septiembre, cuando se cumplen 34 años del asesinato del dictador ejecutado por un comando argentino, encabezado por Enrique Gorriarán Merlo. El libro será puesto a la venta en las librerías del país en octubre mismo, pero la autora aún desconoce qué preció tendrá.

Zub Centeno, una joven de 28 años de edad, hija de la nicaragüense Isolina Centeno y del paraguayo Roberto Zub, escribió el libro primeramente como una investigación para obtener la licenciatura en comunicación social en la Universidad Nacional de Misiones, de Posadas, Argentina.En el libro, Zub Centeno primero se refiere a los contextos sociales e históricos de Nicaragua y Paraguay, por ejemplo, escribe sobre el dictador paraguayo Alfredo Stroessner y Sandino y sobre cómo los Somoza llegaron al poder.Luego, la escritora relata sobre lo que hizo Somoza Debayle en Paraguay, especialmente cómo se apropió de “tierras mal habidas” que eran para la reforma agraria y los campesinos paraguayos.Según Zub, Somoza iba a realizar inversiones en Paraguay en negocios parecidos a los que tenía en Nicaragua, como la siembra de algodón y arroz, crianza de ganado y hasta crearía una línea aérea. Somoza también beneficiaría a Stroessner para “pagarle el favor” de asilarlo. Zub Centeno investigó dos años sobre el tema y entrevistó a quienes presenciaron el asesinato de Somoza, como el médico que revisó el cadáver y un hombre que vivía casi enfrente de donde lo mataron. La investigadora eligió escribir sobre Somoza porque dice sentir relación con esa historia, por ser nicaragüense.

Eduardo Cruz
(Foto de ABC Color)

Se cumple aniversario de asesinato de Somoza en Paraguay entre interrogantes

Asunción, 17 sep (EFE).- Treinta y cuatro años después del asesinato del exdictador nicaragüense Anastasio Somoza en Asunción siguen los interrogantes sobre el atentado que acabó con su vida y el destino de las extensas tierras que compró en Paraguay, dijo hoy a Efe Mónica Zub Centeno, autora de un libro sobre el tema.

El 17 de septiembre de 1980 Somoza pereció dentro de su vehículo en la Avenida Generalísimo Franco, actualmente Avenida España, alcanzado por ráfagas de fusiles de asalto y un cohete RPG-2.

Llevaba 13 meses en Paraguay, donde el entonces dictador Alfredo Stroessner, que estuvo en el poder desde 1954 hasta 1989, le dio cobijo después de que saliera de Nicaragua ante el avance de las fuerzas sandinistas y la presión de Estados Unidos para que renunciara.

La madre de Zub Centeno, nicaragüense, tenía previsto viajar a Paraguay para casarse, pero el temor a la represión desatada por Stroessner tras el atentado la hizo quedarse en su país y que el novio, paraguayo, fuera a Managua.

No es una sorpresa por ello el interés por el tema de Zub Centeno, que nació en Nicaragua y reside en Paraguay, y cuyo libro, recientemente publicado, se basa en su tesis de la licenciatura en Comunicación Social.

El volumen aporta nuevos datos sobre el episodio, pero como toda buena historia también plantea interrogantes.

Entre ellos está si Stroessner «facilitó» la muerte de Somoza o al menos no hizo nada por evitarla.

También se desconoce quién financió el atentado, aunque algunas pruebas apuntan a Tomás Borge, uno de los fundadores del frente sandinista, según la autora.

Otra cuestión es qué ha pasado con las enormes extensiones de tierras adquiridas por Somoza en Paraguay con los cientos de millones de dólares que sacó de Nicaragua.

Las compró a través de testaferros paraguayos, porque él no podía comprarlas legalmente, según Zub Centeno.

Eran terrenos del Estado, destinados a la reforma agraria, y que más adelante la Comisión de la Verdad y Justicia colocó en su lista de «tierras mal habidas», junto con las obtenidas por otros allegados de Stroessner.

Somoza aparentemente se dirigía al banco para cuidar de sus negocios cuando lo abatieron guerrilleros argentinos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un grupo de izquierda con lazos con los sandinistas.

Habían entrado en Paraguay haciéndose pasar por miembros del equipo del cantante español Julio Iglesias, que preparaban el rodaje de una película o un concierto en Asunción, de acuerdo con la autora.

«Las personas les creyeron. Ellos les pidieron que guardaran el secreto de su presencia a cambio de conseguirles una foto con Julio Iglesias cuando llegara», dijo.

Enrique Gorriarán, el jefe del operativo, reveló los detalles en sus memorias, en las que relató los meses de preparación del atentado, organizado en una casa alquilada a poca distancia de la vivienda que ocupaba Somoza.

«Fue un trabajo bien pensado y planeado. Se prepararon física y psicológicamente», indicó Zub Centeno.

Pero también hubo un elemento de suerte, pues el día del atentado el Mercedes blindado de Somoza estaba averiado y él viajaba en uno sin blindaje. Murieron también su asesor estadounidense Jou Baittiner y el conductor César Gallardo.

Según la autora, el exdictador se sentía seguro en Paraguay, que entonces vivía amedrentado por el régimen de Stroessner, que usó la tortura, la detención y las ejecuciones y desapariciones como medio de control de la sociedad.

En Asunción Somoza llevó una vida disipada, que le causó discusiones con su pareja, Dinorah Sampson, y dio declaraciones a la prensa sobre su intención de recuperar el poder en Nicaragua.

Sin embargo, parece que algo le disgustó a Stroessner sobre su comportamiento, según Zub Centeno. Uno de los factores pudo ser el interés de un hijo de Somoza por una muchacha hija de un militar stronissta que estaba ya comprometida, explicó.

Tanto si Stroessner supo con antelación del atentado o no, le vino «como anillo al dedo» para desatar una campaña de torturas indiscriminadas, en la que cayó uno de los argentinos del comando, Hugo Irurzún, quien fue asesinado, dijo.

El atentado fue, sin embargo, una señal de que los dictadores latinoamericanos no eran «tan seguros y fuertes» como parecían, afirmó Zub Centeno.

Stroessner, también abandonado por Estados Unidos, aguantó nueve años más, hasta que cayó en un golpe de Estado en 1989. Se refugió en Brasil, donde murió en 2006. EFE

César Muñoz Acebes

Tras los pasos de Somoza – ABC Color – Paraguay

Tiene un futuro prometedor en el mundo de las letras. Es periodista e investigadora. Su primer libro “Somoza en Paraguay” fue presentado, con mucho éxito, en el Centro Cultural El Lector. Minutos antes, charló con ABC Revista sobre este trabajo y futuros proyectos. Ella es Mónica Zub Centeno.

Mónica llegó unos minutos después de la hora fijada. El tráfico y una entrevista radial hicieron que se retrasara. Pelo lacio, traje de dos piezas en tono negro y camisa con transparencias fue el look elegido por Mónica para la presentación del libro “Somoza en Paraguay”, producto de una tesis para la licenciatura dentro del área de periodismo de investigación, para la Universidad Nacional de Misiones, Posadas.

Elegimos el café del lugar para la breve pero significativa charla con ABC Revista, que sirve como preámbulo para aquellos que todavía no leyeron su libro. Muy cordial, Mónica cuenta con entusiasmo por qué eligió este tema para desarrollar su veta de escritora, de investigadora. “Es una historia a la que me siento relacionada, ya que mi madre es nicaragüense y tengo también una hermana nicaragüense. De hecho también nací en Nicaragua, en Managua para ser más exacta, aunque me vine muy chica porque mi padre es paraguayo. Al estar viviendo en Paraguay, resumí una historia que afecta a los dos países a los que estoy relacionada afectivamente”, comienza diciendo.

Efectivamente, “Somoza en Paraguay” relata los sucesos de la vida del dictador nicaragüense Anastacio Somoza Debayle. En el texto, la periodista e investigadora hace también un análisis sobre su asilo en nuestro país, hasta su asesinato en el año 1980. “Fue un trabajo que duró dos años, aproximadamente. En ese tiempo recurrí a muchas publicaciones sobre el hecho, sobre su vida, recortes de periódicos, entrevisté a mucha gente del entorno de Somoza, a testigos presenciales de lo que ocurrió el día de su asesinato. Y le tuve a mi madre, por supuesto, madrugadas y madrugadas, café de por medio. Y bueno, todo ese bagaje de información tuve que procesar para luego darle forma y convertirlo en ‘Somoza en Paraguay’. Sin duda, fue una experiencia enriquecedora, tanto a nivel personal como profesional”, agrega, a medida que notamos que más y más gente se va sumando a la presentación prevista para las 19:00.

Mónica expresa que durante el proceso de recabar datos y volcarlo en un papel, también se conoció a sí misma, tanto en su capacidad como investigadora como en sus raíces nicaragüenses. “Indagar en la memoria de la gente fue sumamente beneficioso. Hay extractos muy interesantes en el libro, toda su vida desde antes del posible derrocamiento hasta su muerte, principalmente porque ahora la gente puede hablar. Imaginate que al poder no le gusta que se aireen sus asuntos y esto ocurrió durante la dictadura de Stroessner, tiempo en que la censura estaba a la orden del día. De hecho, Somoza contaba con la protección de Stroessner”, recuerda.

Se toma un tiempo para agradecer a todas las personas que colaboraron, que le pasaron algunos datos y documentos. “Vivimos en una época de inmediatez, pero hay asuntos que solo se comprenden y pueden contarse tras cientos de horas de observación y análisis de sucesos y documentos, así que todas las ayudas sirvieron para encajar perfectamente y lograr una historia creíble”, añade.

Al ser este libro escrito por una periodista que usa las herramientas del periodismo de investigación, ¿qué papel tiene esta profesión en el contexto de investigación? “La función del periodista es vigilar y denunciar los abusos y corruptelas del poder. Sin una prensa que destape a esos poderes que actúan al margen de la ley no será posible una democracia ni una separación de poderes. Es hacia este tipo de sociedades secretas que el periodismo tiene que girar hoy la mirada si realmente queremos informar de lo que está ocurriendo en el mundo y de quiénes están haciendo que ocurra”, manifiesta.

Con ella, una vez más, se cumple aquello de “la fruta no cae lejos del árbol”. Su padre, Roberto Zub, es doctor en Sociología, egresado de la Universidad Metodista de São Paulo, Brasil; es licenciado en Sociología por la Universidad Centroamericana, Nicaragua; es licenciado en Teología en el Seminario Bíblico Latinoamericano, Costa Rica, y Bachiller en Filosofía en la Universidad de Heredia, Costa Rica. Fue precisamente en Costa Rica que conoció a quien sería su esposa y madre de Mónica, Isolina Centeno.

Pero volviendo al refrán, decimos esto porque su progenitor también tiene libros publicados como “Protestantismo y participación política en Nicaragua”, 2002; “Protestantismo y elecciones en Nicaragua”, 1993; además de otros títulos conocidos, tales como “Tierra, trabajo y religión. Memoria de los inmigrantes en el Paraguay”, 2002; “Ataque a Fram. Los colonos eslavos en el Paraguay durante la Guerra fría”, 2011. Así que no es de extrañar que la hija supere al “maestro”.

La charla llega a su fin. Los invitados a la presentación ya estaban aguardando. Nos quedan unos minutos para preguntar sobre su vida después de los escritos. “Soy chef, me encanta la cocina, soy la cocinera oficial de la familia”, cuenta con una amplia sonrisa. Y también tiene título otorgado por el Instituto Argentino Gastronómico Argentino en Encarnación. En medio del trabajo y la familia, están los amigos y los libros, claro. “Los Borgia” es su texto actual de cabecera.

Mónica Zub Centeno, sin duda, encontró la chispa que le enciende: la lectura y la escritura. La lectura es una pasión y el libro un vehículo para el conocimiento, el aprendizaje, la reflexión, la apertura de la mente, el placer, el descubrimiento, la cultura, el amor, la creatividad, la tolerancia… “El libro es el mejor invento del mundo”, concluye.

Por Nancy Duré Cáceres, ABC Color

ndure@abc.com.py

(Foto de ABC Color)